viernes, 29 de abril de 2011

Manifiesto


Manifiesto

Básicamente hay dos tipos de etiquetas, la adjudicada por la sociedad y la propia.
En cuanto a la opinión social, hay quien me ha etiquetado de musulmán; no falta quien diga que soy judaico. Mi mamá cree que soy budista; algunos afirman que ateo. Uno, conocedor, sostuvo que panteísta; y el más observador declaró que agnóstico.
Para los "hijos buenos de Dios", ¡los elegidos! Soy "hijo del Diablo", "enviado de Satán", "espíritu del error", "espíritu de la mentira", "anticristo", "falso profeta", y demás terminología pintoresca.
De mi parte prefiero enforcarme al aspecto moral y no al dogmático.
Predicar un laicismo sin alienación gregaria, es decir, ser buen ciudadano; sin ser títere del lastre político.


Al ser prácticamente paralelas la moral cristiana con la moral emenada de la Constitución Política de los EUM y sus derivados, no me causa problema el homogeneizar con el cristianismo como religiosidad predominante de mi país.


Moralmente ser buen ciudadano equivale a ser buen cristiano, pues de no ser así, de chocar estrepitosamente una moral con la otra, la situación nacional sería insostenible, que no es así.  


Se han tenido algunos problemas espurios pero nada que cause una guerra santa.


Claro que el cristiano auténtico no se conforma con buenos actos, involucra de forma imperativa e inmanente la fe. Pero esa es harina de otro costal.
Al cabo, parafraseando al Wason:

"El hombre es bueno hasta donde la sociedad se lo permite".
W


Es evidente la hipocresía religiosa mundial, tanto a gran escala con sus guerras y genocidios, como a pequeña escala con la discriminación personal contra los no creyentes.

Toda religión tiene cola que le pisen, pero quien se lleva los honores son la religiones abráhamicas: judaísmo, cristianismo e islam. Han cometido los peores fratricidios de la Historia, y nunca están conformes, su sed fratricida material e intelectual es insaciable con sus eternas cruzadas. No solo para ateos honestos, sino para cualquier espectador, sus acciones son de lo más indignas y vergonzosas.

  • ¿Por qué respetar a quien no predica lo que profesa?
  • ¿Por qué respetar a quien promueve la mentira?
  • ¿Por qué respetar a quien cuya indeferencia mantiene la mentira?
  • ¿Por qué tolerar la actitud conformista perniciosa?

La tolerancia y el respeto son la mayor patraña del creyente para esconder sus incoherencias conductuales.
Su gazmoñería y sofisma han desvirtuado esos conceptos. La "tolerancia" y el "respeto" se ha convertido en conceptos locales y subjetivos.
El creyente hipócrita al no predicar su creencia, se convierte, si no en un criminal de hecho, al menos potencial, pues por lo menos en este país, de acuerdo a ese paralelismo moral, no ser buen cristiano lo conduce inevitablemente a ser mal ciudadano contribuyendo a lo que penalizan las leyes del Estado.
El creyente con sus calumnias, hurtos, homicidios, infidelidades, delitos sexuales, avaricia, codicia, gula, pereza, envidia, etc. Contribuye inevitablemente al perjucio de la sociedad.
Pero eso sí, uno tiene que respetar sus creencias y libertad de culto.

El creyente es un hipocrita convenenciero en su actividad misionera. Busca convertir, pero no le gusta ser convertido. Proliferando su hipocresía y mentira como gangrena bacteriana.  Pero eso sí, uno tiene que ser tolerante con su actividad misionera.

Los peores,  sin comerciales bíblicos, son los tibios; aquellos que ni viven lo que según creen, ni les importa ser hipócritas; "apateístas" les llaman los culteranos. Solo viven el momento ritual religioso sin ahondar sobre los fundamentos de los mismos, como auténticas ovejas.

Se debe ser paciente pero no se debe ser tolerante.

No ser pasivo ante tal hipocresía contaminante al espíritu pueril y adolescente, pero tampoco terrorista. Por el contrario, darle una cucharada de su propia medicina, predicar el bien para cerrar la boca a los ignorantes e insensatos. Y el comienzo de tal obra, ejerciendo la Ley y la justicia.

W

Me causa exagerada confución, cómo actualmente el aprecio por la verdad es fortuito y convenenciero.
En contra de toda actitud honesta, causa bastante estrés y paranoia, cómo gran cantidad de prójimos valoran la verdad de acuerdo a su egoísmo utilitarista y hedonista. Reviviendo el bastardo y despreciable sofismo. Prefieren una mentira que les dé beneficios placenteros que una verdad maleficios.

¡¿Cómo poder vivir así con esa gente?!

Definitivamente el hombre es bueno hasta donde la sociedad se lo permite.

W   (manifiesto intropsectivo)

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